miércoles, 22 de febrero de 2012

Ni todos son tan buenos ni todos son tan malos

‘¡Vinieron como animales y tuve que correr como una perra para que no me golpearan!’. Así me dijo que fue su despedida de la manifestación. Estaba convencida de sus ideales en pro de unos derechos que les corresponden a todos los menores pero no llegaba a entender que unos infiltrados aprovecharan su plataforma mediática para reventar sus reivindicaciones y sacar provecho personal, o por lo menos joder a los que mandan. Mientras hablaba sobre lo vivido en primera persona recordaba la cantidad de veces que la he escuchado en el aula tratando de justificar un sistema social en el que la gente pueda vivir con la suficiente libertad sin que otros se la pisoteen, y para ello necesitaban las normas, las reglas. Ese equilibrio necesario se expresaba en la indignación de haber tenido que correr ‘como una perra’ como ella dijo, cuando lo que estaba haciendo era luchar por una sociedad mejor, una sociedad en la todos pudiéramos disfrutar de nuestros deseos pero teniendo en cuenta las personas de nuestro alrededor. ‘Ahora ya no sé lo que hacer’, decía. ’Quiero seguir luchando y reivindicando lo que creo que es justo pero siento que se van a aprovechar de lo que hago. Tengo dudas’. Muchas cosas pasan por la cabeza de aquella que lucha por bajar a la Tierra unos ideales que considera que ayudaran a restablecer las relaciones sociales y conquistar derechos, pero que percibe que unos cuentos sacarán provecho del rebufo de su acción para chillar contra los que les salga de los cojones. ‘En parte entiendo a los policías, unos locos les abrieron la cabeza con botellas y tijeras’. La indignación y la incertidumbre sobre cómo se llevan a cabo las manifestaciones manipuladas son dos brazos de un cuerpo social que vivimos. Ni todos son tan buenos, ni todos son tan malos.

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